−Otra Navidad que se va… −dijo la abuela sentada al fondo del patio entre las rosas chinas y los jazmines azules.
El nieto, que estaba cerca jugando con unos soldaditos, se quedó pensando en aquella reflexión que no alcanzaba a entender del todo.
−¿Dónde se va La Navidad?
−No sé. El tiempo pasa en un suspiro. Se van los años y los días y llegan otros mejores y peores. Es la vida. Y no nos damos cuenta porque estamos preocupados por otras cosas, no disfrutamos el presente. El verdadero mensaje de la Navidad tiene que ver con el alma, que en estos momentos está llena de vacíos porque estamos solos o porque tenemos una multitud al lado y nos sentimos de la misma forma. Y aparece la risa, el brindis dura un instante y los ojos se nublan por mirar un sillón vacío; otros beben sin tener idea clara de las cosas y se aturden entre romanzas abrumadoras.
−¿Hacia dónde van “las fiestas”? –volvió a preguntar el niño con curiosidad, como jugando, porque sabía que la abuela tenía tanto para decir. Había recorrido demasiado camino y, como sabia que era, cada palabra resultaba ser una sorpresa, un cuento, una fábula…−. Quiero un libro con mis días y sobre todo con una Navidad porque me gusta escuchar los villancicos, recibir regalos, mirar la estrella de Belén en lo alto del pino y acumular abrazos.
−Es una manera de decir –dijo alguien para tratar de terminar con esa conversación absurda que suelen tener los niños con los grandes.
−Simplemente… se van –volvió a decir la abuela que tejía sin parar entre los calores del verano, sin darle demasiada importancia a sus palabras y lo que podían repercutir en la imaginación de un niño y su fantasía−. A veces, llega cargada de ausencias, de grises, de falta de esperanzas..., como a muchos, y eso nos hace perder el equilibrio y dejar que celebren otros nuestra propia Navidad. La mía, la auténtica, era aquella que tenía la inocencia en su barba blanca y un trineo cargado de amor que me mostraba sus horas cansadas de tanto regalar abrazos.
−No escuches a la abuela que hoy está muy negativa. Yo sé dónde se encuentra ese lugar –comentó la nieta mayor−. Es un cofre que cada uno lleva dentro con sus días, cumpleaños, amores, despedidas, todas las Navidades de la infancia, la risa, el llanto, las canciones… Podemos buscar las fechas y los lugares para revivir cada minuto y sentirnos plenos, podemos también llorar por alguien que ha partido, ver un nacimiento, un ocaso, el mar… Ese lugar está en el alma, en el corazón, y se llama Recuerdos.
−¿Y tiene páginas?
−Son hojas sueltas que permanecen intactas y escritas por manos maestras; cada uno de nosotros tiene las suyas que forman un destino, un camino recorrido: la identidad. Puedes revivirlas, si quieres, para ser feliz otra vez o para ver, como detrás de un telón, tus decisiones y lo que has creado, las reacciones de tus amigos, las aventuras, los juegos, el aprendizaje… la vida toda en miles de luces brillantes igual que la Navidad.
−¿Es una farola de colores?
−Son los Recuerdos que nos iluminan…
L.Fraix
(Inspirado en un relato de L.Trevisan)
(Cuentos de Navidad)