Desde tu ausencia descubrí la luz,
fue un susurro de palabras ya vividas.
Venturosa noche de encuentros solitarios
y de un callado rumor, estremecido.
¡Glorioso resplandor!, el rostro mío
soñó que lloraba a carcajadas...
Llegó el minuto doce, el beso;
fue un profundo dulzor, un espejismo,
pero hubo sí,
entre guirnaldas,
un ruiseñor y un villancico.
L.F