Hoy voy a compartir este té con ustedes
y con un mensaje sobre el destino que muchos creen que ya está trazado
y que otros, como yo,
piensan que se va marcando con nuestros propios pasos.
"La vida es corta y hay que bebérsela toda...
No se pueden ganar todas las batallas
pero hay que afrontarlas.
Lo que cuenta es uno mismo
pero existe algo que acecha del otro lado,
una sombra que juzga, implacable o benévola,
la soledad con trenes que parten
y vientos que se alejan después de borrar la última huella.
Vivimos con nuestros silencios; ahogados por palabras indecibles
y como nos cuesta aceptarlo, más difusos se hacen los contornos,
más solos estamos.
Por más que uno escape,
el destino, fuerza invisible que decide más allá de la voluntad,
nos alcanza.
Sentados frente a la vida esperamos una señal
que nos invite a quedarnos
o a descorrer la telaraña de males infinitos.
Llegar temprano a desafiar lo fantástico
o tarde a lo que amamos,
perdidos por ese camino casi fatal de realidades que hieren.
Buscar secretos herrumbrados en el pasado que nos mira
es quedarse desprovisto de luz para andar senderos
y lograr la paz con uno mismo.
Hay que apurar el paso hacia el encuentro
para que el destino no pueda devorar su fuego,
resolver historias y llamar a la puerta
que nadie se atreve a empujar.
Le elección de un rumbo depende de una señal que engaña,
sabe de incertidumbres...
y cree que del otro lado puede estar el más grande de los fracasos.
Debemos equivocarnos para aprender
aunque siempre sea tarde cuando se llora.
Tenemos que afrontar lo que somos:
las virtudes, los defectos, nuestros llamados interiores
y llevar al fondo del alma la transparencia del amor:
sentimiento mágico que prolonga el trayecto
hacia nuestro final escrito.
"Debemos dar las gracias a la vida por lo que tenemos
y no llorar tanto por lo que no pudimos alcanzar."
Luján 2013