Una de las interpretaciones acerca de la existencia de los jardines colgantes de Babilonia afirma que hacia el año 600 aC. Nabucodonosor II, rey de los caldeos, quiso hacer a su esposa Amytis, hija del rey de los medos, este exuberante regalo para que no añorara las bellas montañas de su florida tierra, y distinta de las llanuras de Babilonia. Gracias al escritor griego Filón de Bizancio sabemos qué aspecto tenía esta maravilla de la antigüedad: contenían plantas cultivadas por encima del nivel del suelo y las raíces de los árboles se enredaban en las elevadas terrazas en lugar de hacerlo en la tierra.
Pero el de Babilonia no es el único paraíso terrenal. Los engalanados jardines del Palacio de Mirabell ( en Salzburgo, Austria) construido en 1606 y en un principio llamado Alternau fue un detalle del arzobispo Wolf Dietrich Von Raitenau a su gran amor prohibido, Salome Alt, con quien tuvo 15 hijos.