El abuelo Eduardo con los años se había vuelto muy apático.
A la tarde,
venía desde su casa por la callejuela,
cruzaba el terreno,
salía por el portón de rejas altas
y llegaba a mi casa.
De lejos,
se escuchaba su murmullo de anciano disconforme
mientras se llevaba las herramientas del galpón:
un martillo, la pala y el rastrillo.
Mi papá sabía que cuando faltaba algún utensilio
era porque su papá se lo había sacado sin permiso
como si fueran de su propiedad.
A las seis de la tarde,
el abuelo Eduardo,
huraño y displicente como un eremita,
tomaba la sopa
preparada con verduras, hierbas aromáticas y fideos
acompañada con pan y queso gruyere
que le cocinaba la abuela Juana
porque ya no le gustaba el guiso chacarero.
Si había alguien de visita los echaba con sutilezas
y si no lograba que se marcharan
cenaba sin levantar la vista del plato.
Juana le daba los gustos pero estaba triste;
lloraba y cerraba las puertas con doble candado.
Ella seguía teniendo temor
y esperaba de manera inminente
un acontecimiento dramático, impreciso e inevitable.
Luján Fraix
"La angustia es una combinación de aprensiones,
incertidumbre y miedo,
manifestadas preferentemente de forma corporal;
puede ser neurótica o representar la respuesta
ante una situación real externa.
En ambos casos,
es una reacción del Yo o ego ante el peligro"
Sigmund Freud