Siempre es bueno rendir homenaje a aquellas mujeres que, por distintos motivos, enaltecen su condición con su quehacer diario. Gabriela Arias Uriburu abrió caminos legales y vinculares para que otros pudieran salvar las diferencias y las distancias que imponen, a veces, los matrimonios interculturales. Ella priorizó a sus hijos y los lazos de amor que la unían a ellos y por esa razón marcó un hito.
Su historia comenzó en Guatemala, en 1997, cuando esta joven esposa y madre de 32 años se separó del empresario jordano Imad Shaban y la tenencia de los hijos de la pareja quedó a cargo de ella. Sobre Imad pesó una prohibición de acercarse al grupo familiar por encontrarse éste bajo protección del juzgado de familia, medida judicial que, según parece, anticipó el desastre.
El 10 de diciembre de ese año, Imad desapareció con Karim, Zahira y Sharif, lo que legalmente tomó el nombre de "secuestro parental" y no fue sino hasta el 21 de marzo de 1998 que Gabriela supo que sus hijos se encontraban en Amán, Jordania.
Así se inició un largo camino; debió cambiar mamaderas y horarios escolares por informes a organizaciones de derechos humanos, audiencias con presidentes y autoridades judiciales de todo el mundo (Hillary Clinton incluida) y viajes a Jordania para visitar a sus hijos.
"En cada viaje aprendí a celebrar el milagro del encuentro en lugar de lamentar el adiós"
Gabriela Arias Uriburu es un ejemplo de lucha, pero hoy prefiere dejar a un lado los laureles y el podio, y volver al llano para poder mirar derecho al horizonte y a lo que se viene. Tal vez, nuevas conquistas a partir de las cuales pueda seguir escribiendo su épica personal.
Nota de Laura Zavoyovski