A la capilla de la escuela íbamos antes
de la hora de salida;
cruzábamos un camino de flores diferentes.
Yo veía algo sobrenatural en las figuras:
el silencio, el piso de madera
y el nombre de mi bisabuela Melanie
escrito con letras doradas.
No entendía cómo y por qué su apellido
podía estar allí;
mi bisabuela donó dinero para los primeros bancos
de la iglesia grande del pueblo
que luego pasaron a ocupar
el templo del colegio.
Yo sentía paz al llegar al recinto
pero no tenía muchas ganas de rezar las oraciones
porque me parecían demasiado minúsculas
esas palabras para encerrar todo el sentimiento,
ya que era tan grande
que hubiera abarcado todo un cielo
Mi mamá me iba a buscar a la salida
y mi prima Celina me sacaba fotos
con el delantal con tablas,
la cesta de mimbre
y mi peinadito con flequillo.
Aquel mundo era tan mágico
que jamás lo olvidaré:
la gruta con la virgen, el silencio,
las flores
y las hermanitas arreglando el jardín.
Luján Fraix