Promocionado como el romance del siglo, Eduardo VIII, rey de Inglaterra (1894-1972), renunció al trono para casarse con la plebeya y celebridad estadounidense, Wallis Simpson.
Wallis (1896-1986) estaba divorciada de un bisexual y se había vuelto a casar con un millonario; supo cortejar a un príncipe y después hacerle perder la cabeza y su respectiva corona.
Extravagante en su exilio en Francia contaba con treinta sirvientes haciendo imprimir en francés el menú para sus perros, que comían en platos de plata y se deleitaban con bizcochos que un cheff horneaba exclusivamente para ellos.
Se hacía planchar el dinero pues le agradaban los billetes crujientes y toda su vida fue una sucesión de cirugías estéticas que le otorgaron una apariencia poco natural.
Con el tiempo entró en escena un millonario llamado Jimmy Donahue, que aparecía en todos lados con la pareja. A nadie escapó que coqueteaba con Wallis, que era algo más que un buen amigo. Pero se dice que hasta el propio Eduardo se sentía cautivado por él aceptando los públicos los desplantes de su esposa.
A partir de la década del 1960 la salud de Eduardo comenzó a deteriorarse. En diciembre de 1964, lo operaron en la ciudad de Houston, Texas, de un aneurisma de la aorta abdominal, y en febrero de 1965, Sir Stewart Duke-Elder le trató un desprendimiento de retina en el ojo izquierdo. Eduardo fumó de una edad muy temprana y a finales de 1971 se le diagnosticó cáncer en la garganta y fue sometido a terapia de cobalto. Murió en su casa de París el 28 de mayo de 1972 a la edad de 77 años. Su cuerpo fue enviado a Gran Bretaña para ser velado en la capilla de St. George, en el castillo de Windsor. Fue sepultado en el cementerio real en Frogmore, detrás del Mausoleo Real de la reina Victoria y el príncipe Alberto.
Frágil y cada vez más afectada por la demencia senil Wallis falleció 14 años más tarde y fue sepultada junto a su marido simplemente como "Wallis, duquesa de Windsor".