"Siempre trabajó solo, sin ayudantes.
Él mismo desbastaba sus mármoles y solo pintó a fresco
los quinientos metros cuadrados
de la superficie de la bóveda de la Capilla Sixtina,
acostado en un andamio
y colocado tan cerca del techo que,
mientras trabajaba,
sólo podía ver fragmentos de lo que iba haciendo,
ya que las figuras pintadas por él
son de gran tamaño
y, a veces,
del doble de la medida natural.
En esa soledad, su espíritu se enfrentaba sin duda
con su Creador y su pensamiento,
desentendido del presente,
volaba del comienzo de todo al fin de todo,
en una dramática síntesis que comunicó
a toda su obra."
Julio E. Payró
Pinacoteca de los genios,
Miguel Ángel, 1964.