Elena Vojvodina
Estaba tan enamorada que el alma se le escapaba por la mirada.
Al ver el alma como una tentación evidenciada, alguien la robó.
El tiempo transcurrió sin pudor ni sosiego. Ella se casó, más tarde enviudó, asumiendo la administración de los negocios familiares con la misma mano férrea que caracterizara a su marido.
Fue madrina de matrimonio de sus hijos, consumados todos previa indiscutible aprobación, acompañó bodas de tiza, de algodón, presentaciones en sociedad de sus nietas y en una de ellas, cuentan los familiares que perdió la razón.
Olvidando su edad y condición, vestía encajes, volados para cantos y alegrías. Hablaba de enamorados, de fiestas, recitaba poesías de almas que se roban, se heredan y rescatan otra vez, contando a nadie que la escuchaba, cómo y cuándo ella reconoció la suya, la robada, saliendo por los ojos enamorados de una quinceañera.
Martha Manarini