Quantcast
Channel: Luján Fraix
Viewing all articles
Browse latest Browse all 2858

"La Dama que llora..."

$
0
0


Rosaura miraba a Magdalena como quien ve a una santa a punto de ser ultrajada porque la amaba muchísimo. La veía defender su dignidad con el poder de una soberana dueña de sus propias leyes.
-Hola… cómo le va, abuelo-dijo una voz desde la puerta.
Era Juan José que se acercó al dintel con tres palomas y una liebre muerta que arrastraba por las orejas.
-¡Un conejo!-dijo Rosaura.
-Vete para el galpón con esas porquerías y con la tierra que traes…
Entre las herramientas oxidadas, tembloroso y descolocado, Juan José encontró a su padre.
-¿Le tiene miedo al abuelo?-le preguntó el niño.
-No, hijo, es que tenemos diferentes pensamientos. Él es un hombre muy rico…
-Y eso que tiene que ver.
-Bueno, no acepta nuestra manera de vivir.
-No le haga caso, papá. El abuelo José no sabe lo que se pierde…

Juan sonrió con cierta tristeza pues había algo en él que lo retrasaba, como si en vez de avanzar retrocediera en el tiempo. Era un impedimento psicológico que lo sumergía en una cisterna y que le oprimía el pecho, un enorme vacío existencial que lo aquietaba hasta dejarlo inmovilizado. Ni Magdalena que era de carácter fuerte podía estimular su falta de pasión. Es que estaba resignado a una vida en contienda con su propio yo al que sí necesitaba resucitar porque se hallaba medio muerto por los avatares del destino. Juan pensaba que debía hacerle frente a José Shalli porque no tenía razón pero sus bruscas palabras y los gritos del anciano lo amedrentaban, entonces huía para no escucharlo hablar necedades. Prefería estar entre los gorgojos y el olvido, quemado con el fuego de su despreciable locura, pero jamás ofenderlo.

A Juan, a veces, la arritmia le jugaba una mala pasada. Es que estaba demasiado expuesto, parecía que no le importaba su decadencia económica; sin embargo, el sufrimiento lo llevaba por dentro como un nudo que le oprimía las arterias. No podía ser libre y esa angustiosa situación lo enmudecía con el mutismo de la resignación.


Los abuelos se fueron sin haber logrado llevarse a Rosaura a quien veían como una especie de niña sudafricana y huérfana, mal alimentada y sin ropa. Pero no era así. Magdalena se desvivía por cocinar lo mejor o lo que más le gustaba a ella, tejía mucho y Rosaura tenía también vestidos costosos y de buen gusto que le regalaba su madrina Isabel. Era una niña fina en medio del terreno agreste, con el alma ebria de tanto beber lágrimas.

Continuará

Fragmento del segundo capítulo
de mi novela:
"La dama que llora..."

Viewing all articles
Browse latest Browse all 2858

Trending Articles