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Channel: Luján Fraix
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"La Dama que llora. . ."

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Magdalena veía como vivían sus hermanas en San Jerónimo Sud. A la residencia llegaba el doctor Horacio Santos a atender a la mamá Isabel que era muy frágil de salud; ellas se peleaban para recibirlo y lo acosaban con el anhelo vehemente de lograr su cariño. Él era demasiado perspicaz y suponía de antemano esos argumentos que le causaban gracia. No imaginaba rendirse ante los requerimientos amorosos de esas mujeres un tanto absurdas en el manejo de los sentimientos. Emancipadas y triunfantes parecían cobardes frente a la anacrónica prisa de quien las ignoraba y dejaba su modorra en esos patios y bajo el verde parral.

¿Por qué ellas viciaban con razonamientos fatuos las grandes emociones y el verdadero amor?. Nadie entendía el porqué de esa conducta que las precipitaba a un retiro obligado. ¡Es que eran tan especiales!. Sagaces, calculadoras, ambiciosas y bonitas…, pero nada de eso alcanzaba para lograr la felicidad que las hermanas no tenían a pesar de los esfuerzos y el dinero. No sabían recorrer el camino del amor con sus etapas y sus pasos envejecidos por la sabiduría. El loco inventor de sueños le ocultaba el éxtasis que se consumía en el rubor de las candelas.

La gente de la población las conocía y ningún hombre se atrevía a acercarse a hablarles porque, seguramente, sería desestimado con un epíteto grotesco. Sólo tenían que presentar un renombre profesional: abogado, médico, arquitecto…




Para el bautismo de Rosaura eligieron a Isabel, hermana de Magdalena y muy diferente a todas. Ella era suave, dócil y cariñosa. Amaba a la niña como si fuera su propia hija; tenía deseos de protegerla porque, a pesar de ser un bebé, sentía que Rosaura se hallaba a la intemperie como si fuera huérfana. Es que Isabel veía a Magdalena fría y a Juan muy distante, eso le daba temor y, a veces, tenía la sensación de que debía suspender su matrimonio. Las manitas tibias alborotaban su sangre con besos cautivos que pedían asilo. El desgarro tenía la aspereza del llanto que se internaba en los cimientos de la casa, en las chapas de zinc de su techo, entre los gorriones y la tibia lana de las ovejas.
Continuará



Fragmento del primer capítulo de mi novela:

"La Dama que llora..."

IBSN: Internet Blog Serial Number 16-11-1923-24

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