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El ego, según Sigmund Freud

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La voracidad del ego individual, hijo predilecto del narcisismo tan extendido en los humanos,
hace que la pasión de estar en el centro
sea ilimitada salvo las excepciones que clásicamente validan la regla.

En las situaciones más insignificantes se busca el centro de la escena...
es más lo que se escucha y se mira a sí mismo
que lo que se tiene en cuenta del otro.

En 1930, nueve años antes de su muerte, le preguntaron a Sigmund Freud quizá relajado disfrutando familiarmente de las vacaciones, si acaso le gustaría ser inmortal. La respuesta de Freud fue contundente: "Cuando uno percibe el egoísmo que subyace a toda conducta humana no siente el menor deseo de renacer. Por lo que a mí respecta me satisface saber que la eterna molestia de vivir llega finalmente a su término. Nuestra vida se compone necesariamente de compromisos. Es una lucha sin fin entre el ego y el entorno.El deseo de prolongar la vida más allá de lo natural me parece tremendamente absurdo."

Tiempo atrás socialmente se escuchaba un extraño elogio. Se elogiaba el supuesto equilibrio de alguien calificándolo como una persona centrada. En realidad, de distintas maneras pero con el mismo resultado, el humano es un ser demasiado centrado en sí mismo, con la autoestima muy alta o muy baja pero siempre en el espejo se pierde la vida entre autoelogios o lamentos crónicos.

Jorge Besso


Sigmund Freud



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