Así como un cuadro tiene muchos colores, muchas líneas, muchos detalles y su conjunto se traduce en algo agradable de contemplar, así también la vida en general está hecha de matices, los cuales si son armónicos hacen placentero el vivirla. Y así también, y en esto quiero apuntar, el matrimonio.
Muchos jóvenes creen que el matrimonio es un conjunto de sólo cosas bellas. No están equivocados, porque está formado por dos personas "bellas".
Pero como cada uno de nosotros tenemos nuestra inteligencia y nos movemos como nos parece adecuado, a veces, en el matrimonio, puede ocurrir que cada uno funcione solo. Y entonces en lugar de ser una pareja, son dos individuos que viven juntos.
Hace falta un cúmulo de pequeños detalles para que la convivencia sea gratificante. No son cosas grandes las necesarias, sólo las pequeñas, que forman parte de sí algo grandioso.
¿Y cuáles son esas pequeñas cosas?
Primero debemos saber que la persona que está a nuestro lado, no es nuestro clon: es otro ser diferente. Y de esas diferencias seguramente nos enamoramos. Luego al pasar el tiempo quizá no nos gusten demasiado, pero debemos considerar que justamente nos complementamos con esas desigualdades.
Lo que le falta al otro, lo tengo yo. Y viceversa. Así se enriquece un matrimonio. Las diferencias no deberían ser motivo de peleas, sino de mejora personal. No olvidemos, la comprensión, como tampoco el sentido del humor, ni la paciencia. Pero por sobre todo lo que nunca debe faltar es el diálogo. Nunca monólogo.
En definitiva: un matrimonio armónico es aceptar las pequeñas diferencias, que hacen la vida más amena, agradable y rica.
Stella M. Villa de Aronna