Carlo Mirabasso
Tenías alma, dulce paz, ternura
y fuerza y convicción y empeño sano.
Tu mano era retazo de la albura
que oficiaba tu numen en el llano.
Dabas el corazón desguarnecido
al tedio de aquel mundo envejecido.
Y la llama y la bruma y la caricia,
en el íntimo amparo de emociones,
amortajaban tu visión fenicia
que llenaba de amor las ilusiones.
Un ángel te cubría de sus preseas;
los matices nutrían aquellas teas.
Sentías lasitud, resignación...
enfrentabas al odio que sepulta,
vivías la doliente confusión
en guarda como vieja catapulta.
Errante, seducida en la explanada,
aquel sol apagó su pincelada.
Absorta y majestuosa y renaciente,
bajo las ansiedades de las liras,
volabas en las gredas del naciente
huyendo del calor de aquellas piras.
Imperfecta, sutil y valerosa...
¡Eleva ya tu voz maravillosa!.
Luján 2013
De mi blog de poemas clásicos