1-SALLIE DEAM
Enero de 1855
Firmar
con otro nombre…
La
tarde fría dejaba su enigma de lágrimas en el verde inexistente de los días.
La
bruma se extendía por aquellos páramos y barrizales.
El
suelo se hallaba cubierto de nieve y el viento estremecía las grietas de la
antigua casona.
“Podría
perderme por estos pantanos”, pensó, pero su deseo de llegar era más fuerte que
las inclemencias del tiempo. La vida y la pasión por los libros la habían
llevado a tomar la decisión y no podía volverse atrás.
¿Quién
no lloró con el amor obsesivo de Heathcliff en “Cumbres Borrascosas”?
¿Quién
no sufrió con la terrible infancia de Jane Eyre?
“Sé
que iré y volveré mil veces hasta que me atienda porque aunque no quiera
terminará por aceptarlo. Ella y sus hermanas sintieron lo mismo: la vehemencia,
el fuego, la idea fija, el hecho de no claudicar, aunque el mundo parecía
derrumbarse. ¡Qué lugares oscuros y que apasionantes! Me envuelve esa magia
cargada de sueños por volar, de rotundos pensamientos por decir…”, reflexionó la joven delgada y morena, de ojos grises
pensativos.
La
criada la miró por la ventana. Primero le pasó un lienzo a los vidrios
empañados.
Enero
de 1855.
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