En aquellos tiempos publicar un libro era una especie de aventura privada. Nunca pensé en mandar ejemplares a los libreros ni a los críticos. La mayoría los regalé.
Recuerde uno de mis métodos de distribución. Como había notado que muchas de las personas que iban a las oficinas de Nosotros —una de las revistas literarias más antiguas y prestigiosas de la época— colgaban los sobretodos en el guardarropa, le llevaba unos cincuenta ejemplares a Alfredo Bianchi , uno de los directores.
Bianchi me miró asombrado y dijo:
-¿Esperas que te venda todos esos libros?
-No —le respondió—. Aunque escribí este libro, no estoy loco. Pensé que podía pedirle que los metiera en los bolsillos de esos sobretodos que están allí colgados.
Generosamente, Bianchi lo hizo. Cuando regresó después de un año de ausencia, descubrió que algunos de los habitantes de los sobretodos habían leído mis poemas e incluso escrito acerca de ellos.
De esa manera me gané una modesta reputación de poeta.
❤❤
Esta anécdota la contaba siempre Susana mi profesora del Taller de narrativa, lectura y poesía. Era una forma de decirnos: "el libro tiene que circular". Lo recuerdo siempre y lo cumplo... Eso no quiere decir que vaya a tener la misma suerte que Borges pero es un estímulo, una posibilidad y un aliciente más en este camino de las letras.