Su voz sonó rígida y poco convincente.
Giró sobre sus talones y se perdió entre la niebla. Mientras caminaba tropezó
con una piedra caída de la pala del sepulturero. Llegó a una verja de hierro y
el frío del metal le devolvió parte de su conciencia. Louise fue al cementerio de los Santos Inocentes,
donde estaba sepultado Balthazar, a ver los detalles de aquel entierro inesperado.
Un árbol le rozó la cara con sus húmedas hojas; parecía que la naturaleza la
trataba con desdeñoso escarnio.
“No entiendo el fallecimiento de Balthazar
y menos la conducta de Alizee”, pensó.
Sin duda, era una niña especial. Louise
recordó cómo la había encontrado aquella tarde en el portal de una casa por los
Campos Elíseos. Tenía la imagen en su
mente; era víctima de ese milagroso pasado. ¿Y aquellos caballeros que fumaban
en pipa de arcilla? No significaban nada para ella. Una madre había abandonado
a un bebé sin importarle su destino, si tendría frío o no, si comería mañana…
Demasiada pena tendría que haber sentido al dejar a ese ser indefenso a merced
de los peligros. Tal vez, nada llegó a conmoverla.
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(Gracias por las buenas valoraciones en goodreads)