Los días semejantes.
Hanna tenía casi veinte años y era rubia como su madre. Los alemanes presentan ese rostro iluminado por los ojos azules y la manera paciente de mirar. La rosada piel le daba un aire de Blancanieves buscando rumores de cuentos para aplicar las técnicas de estudio.
El mérito tan
importante la llevaba más allá de las rutinas a seguir estudiando igual que
Elías quien no se imaginaba otra vida. Dejar Alemania para ir a América a talar
brotes en medio de una selva traicionera y sin luz, era todo un desafío, pero
tanto él como Sophia lo tomaban como un destino marcado, la vocación, la que
muchos no alcanzan a sentir en toda una vida. Eso ya era, para ellos, un regalo
del cielo y así lo tomaban. No podían claudicar ante el llamado del Hacedor,
quien los guio hacia ese mundo que alimentaba el intelecto y los llenaba de
felicidad.
--Búscame, padre -gritaba Hanna.
**
Los caminos eran de la vida y no llevaban a ningún lado.
Los ríos eran los caminos... y por ellos debía andar como pudiera...
SINOPSIS DE: