Qué maravilloso es poder escribir historias.
En ese universo que me abarca toda, intentar salir a recorrer esos caminos de agua junto a la protagonista.
Recuerdo que cuando tenía doce años leí en la revista "Selecciones" el caso de una joven que iba en una avión a una cabaña en la selva de Perú a pasar la Navidad con su padre. En 1970 aproximadamente...
El avión cayó y ella...
Bueno, no quiero contar mucho porque sería descubrir el tema de la novela, pero ese hecho me llegó muy hondo. Y como soy gran lectora volví sobre sus pasos; la releí muchísimas veces.
Es por eso que pensé que podría inventar una ficción a la par de esta maravillosa vida de superación, porque se necesita mucho valor para enfrentar las tantas situaciones a la que nos vemos enfrentados.
Luego está la familia que se reinventa para continuar, pero que siente culpas, hace conjeturas, inventa otros desenlaces, llora o sale a buscar la verdad.
Tu padre, mi padre.
Ellos dos también son protagonistas: uno pasivo, el otro activo y una tía que es la clave de muchos encuentros. Un ángel, tal vez... De esos que aparecen sin llamarlos porque saben, imaginan, que se los necesita y pueden correr y estar en todos lados porque conocen los tiempos de la vida.
A quienes les gusta la literatura clásica (por decirlo de alguna manera) conocerán la verdadera historia de la joven y otra, a la par, muy emotiva.
(Yo a veces lloro con lo que escribo, soy fatal)
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Los días semejantes
Por los caminos de agua...
(La imagen es ilustrativa)
La selva, en realidad, no es bonita.