EL VIEJO POETA
¡Forjadores de espadas
aquí está la palabra!
No le importaba la fecha. Todos los días iba a aquel bar.
Las mesas redondas dejaban espacio a los libros que allí también se vendían.
“La bohemia” era un reducto de almas que susurraban, desde sus páginas, palabras ininteligibles.
La niebla incorpórea e imaginaria olía a café y a sabiduría, a un universo diferente y sanador. El hombre, cautivo, miraba pasar el tiempo con los ojos ambarinos y solemnes. Estaba solo y no entendía…
¿Dónde se hallaban los lectores?
¿Y los estudiantes de fin de curso?
¿Y las presentaciones?
−Hoy cerramos más temprano –le dijeron.
−¿Por qué?
−Es Nochebuena.
−¿Nochebuena?
El poeta recordaba la luz de sus momentos como trinos de sus propios versos:
El café dulce de los encuentros,
el naranjal maduro de la infancia,
el primer poema de fin de ciclo,
los pueriles veintiuno de septiembre…
Minúsculos resultaban los días que se desdibujaban con pentagramas en la prisión lírica de sus ideas.
Para el viejo poeta no existían las vacaciones, ni las playas paradisíacas, ni sentarse bajo un árbol a mirar pasar la vida.
Su VIDA era el bar, los libros, aquellos lectores que lo mimaban; le gustaba dejar sus versos, en invierno, dentro de los sobretodos que estaban colgados en los percheros. Dicen… que así lo hacía Borges en sus comienzos.
El negocio cerró sus puertas y persianas y apagó los faroles.
El poeta se acurrucó, un rato antes, detrás de la estantería donde se hallaba toda la colección de Jorge Luis. Se sentó en el piso, buscó en su bolsillo una linterna y comenzó a leer. Tenía unos chocolates a su costado.
La fiesta comenzaba…
---------------------Cuentos de NAVIDAD
*Pintura de Jacek Yerka (Pintor surrealista polaco)