Rebeca corrió por el pasillo angustiada, sin pensar en nada sólo en su padre.
La vida le mostraba su otra cara frente a la lucha diaria y frente a los otros.
Estaba enferma pero lo había olvidado.
Ya no creía en nadie porque la defraudaron; tendría que convertirse en egoísta para poder salvarse. Ella que estaba condenada a las sombras, que padecía una enfermedad...
Escuchó la música de violines y dio unos pasos atrás. El bullicio la dejaba aislada en su burbuja, recogida en su mundo interno, aturdida, pero sabía que todavía le quedaban fuerzas.
El abismo del mar, la empujaba a ser ella misma y a luchar sola.
¿Debía olvidarse de su familia?
No quería, pero la obligaban a saltar a los botes. No quería, gritaba...
Apareció alguien que le mostró otra realidad y la paz se encargó del resto. Ella, enferma, encontró la energía suficiente para ser otra mujer.
"Hay dolores que se dicen callando. Se dicen callando, pero duelen igual", Eduardo Galeano.
*
La última mujer
-1912-
Un naufragio
El baúl de perlas