La mujer de blanco iba y venía por la cuadra en actitud sospechosa. Se acercó a la reja y miró a Rebeca hablar animosamente con Joseph, y a la niña Amelie. No podía creer lo que estaba viendo y huyó… En esa maraña de rebeldía estaba escondido su orgullo, los celos, la desidia, los ecos de la tragedia. Bajo aquel piélago, más que profundo, había dejado sus ideas ordenadas y hoy no podía materializar las señales, no las comprendía en su totalidad.
“Rebeca con una niña”, pensó.
Caminó hacia una esquina y se acomodó detrás de un puesto de flores. Vestía como al descuido, dejando ver sus piernas pálidas y frías. Qué duro era no reconocerse del todo y perderse por la periferia de una ciudad distante. Pensó que otros tenían la dicha de haber nacido en buena cuna y de gozar, a pesar de las pérdidas, del calor de hogar. Ése que tiene en sus rincones olor a lluvia, a café, a libros y tierra mojada, que conserva recuerdos.
La mujer pensó en volver más tarde por el barrio de Rebeca, no se resignaba, tenía que hablar con ella. Descansó un par de horas y reanudó el camino, pero en vez de ir para Bayham Street tomó otro rumbo. No se dio cuenta, tenía tantas cosas en su cabeza que se olvidaba de otras; sin embargo, era astuta, lo había sido en el barco, no necesitaba manual de ruta. Se sentía fuerte como un roble, veloz y engreída y podía enfrentar al mundo si lo quería…
¿Cómo no iba a hacerse cargo de sus errores? Estaba segura de eso; vivir dentro de una prisión la atormentaba porque no le gustaban las intrigas. Se fue despacio cruzando los brazos y mirando el cielo. En algún lugar cantaban las alondras.
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.LA ÚLTIMA MUJER -1912-
Un naufragio
El baúl de perlas
Infinitas gracias por apoyar esta novela, por las valoraciones positivas. ¡No lo puedo creer! No son muchas pero dan tanta ilusión, tantas ganas de continuar contando historias... Es mágico, ilumina el alma. Sobre todo para alguien como yo que escribe desde los ocho años y que soñó y sueña con llegar a los lectores, no para ganar dinero, no es mi prioridad. Pasa por otro lado. Pasa por una vida entregada a la escritura, una vocación innata. Ésa que no puedes dejar de escuchar y que te habla día y noche, te persigue, te llena toda... Con ella no necesitas nada más porque la felicidad está allí, algo tan simple como tener lápiz y papel. Besos a todos.