No suelo contar los sueños, pero éste me llegó al alma...
Vi llegar a mi madre cuando tendría cuarenta años, hermosa como siempre con su pelo corto oscuro, sus ojos verdes claros, muy claros, transparentes y la sonrisa pintada de rojo.
Llevaba un tapado con un solo botón y un cuello de piel negra: elegante como siempre fue, dulce, cariñosa... Me extendió los brazos.
Yo la miraba desde abajo, como si fuera pequeña.
Estiré los míos también y la abracé tan fuerte, tanto, tanto... más que ella, mucho más...
Luego me despertó el gato Lolo.
Al otro día sentí una paz enorme.