Hoy voy a compartir el té de los martes con estas bellas imágenes de
Gregory Frank Harris y en la compañía de todos ustedes.
La tarde de té es perfecta
y apacible porque existe la paz...
esa paz interior que todos anhelamos alcanzar
y que suele asociarse con la felicidad.
La serenidad y la calma son sensaciones que dan plenitud a la vida,
libre de preocupaciones y de estrés.
En muchas culturas,
la paz interior está considerada como un estado de consciencia
o iluminación
que puede ser cultivada y ejercida mediante diversas formas
de entrenamientos como la meditación, el rezo, el yoga...
La atmósfera de paz debe nacer de nosotros mismos
para llegar al otro;
tomar actitudes correctas hacia la vida y ser optimistas;
renunciar a los pensamientos negativos.
Hay que vivir de acuerdo a la luz que tenemos,
nuestra propia esencia,
y ser coherentes con los pensamientos y las acciones.
Cuando sientes verdadera paz interior no te preocupas
por la gente o por lo que puedan decir o hacer,
no miras al lado,
puedes tener alas dentro de cuatro paredes,
te liberas de rencores,
te sientes pleno y te aceptas...
Y hasta crees en milagros.
Ya madura la tarde en la campiña
desteje el aljibe su roldana gris,
y en compás de elixir primaveral
vuelve el tibio plumaje a sus moradas.
En las tapias dibuja el tornasol
sutiles pinceladas de latidos
cuando se tiñe nido y enramada
con el color sagrado de la vida.
La brisa perfumada de fulgores
es idilio, retazos de baldíos...
con velos nacarados por espejos
y arrullos de sus trinos en la alfalfa.
El himno ritual bebe las corolas
y duerme su estación de campanilla,
un alma de su litoral es pueblo
donde anida la raíz del ensueño.
Luján