Manuela quería refugiarse con Rocío en su propio mundo de sentencias
y de revelaciones porque su miedo iba en aumento
y convocaba a sus fantasmas interiores que aleteaban como aves
espectadoras de algún probable exterminio.
Dar la vida a un hijo era despojarse de egoísmo y de ambiciones pero, para ella, era cargar con la tortuosa impunidad de los temores.
El silencioso GRITO de Manuela.