Cuando el influjo de los días cálidos da la señal, los nenúfares aparecen sobre el agua que los repite en reflejos. En el Antiguo Egipto, se los consideraba una planta sagrada y aparecían representados en escenas donde las mujeres de una elegancia atemporal los usaban como adorno o disfrutaban del aroma de sus flores. En nuestros días, en los estanques y viveros especializados en plantas acuáticas se ven muchas variedades.
Se distinguen dos tipos bien definidos: los tropicales, de flores con largos tallos y hojas festoneadas y los llamados perennes o europeos, que brotan al ras del agua, como flotando, y con los bordes de las hojas lisos. Estos últimos toleran climas más fríos.
Son plantas de aguas quietas, no de lugares con corrientes, aunque pueden cultivarse en estanques no aireadores. Necesitan mucho sol y una profundidad de agua que oscila en general entre un metro y unos 60 centímetros según la variedad. Existen también nenúfares enanos que necesitan tan poca profundidad que permiten cultivarlos hasta en una tinaja puesta en un balcón.
Nymphaea caerulea y Nymphaea loto eran los nenúfares sagrados del Antiguo Egipto; son llamados también "loto" para confusión con otra planta, el Nelumbo nucifera, el loto sagrado de los hindúes.
El loto azul se abre por la mañana y se cierra con la caída de la tarde. Para los egipcios antiguos era el reflejo de lo que ocurría en el cielo: su centro amarillo, el sol, rodeado de pétalos azules como si fuera la esfera celeste. Se lo utilizaba en rituales y con fines medicinales y se cree que también como inductor de ciertos estados mentales.
Pocas plantas igualan en belleza romántica a los nenúfares
que emergen de los estanques
como verdaderas ninfas;
los botánicos les dieron el nombre Nymphaea inspirados