Ya llega Julio, el mes de la amistad para nosotros, los argentinos.
El tiempo vuela en un soplo y casi no nos damos cuenta de que se van las horas como mariposas rojas. Tenemos tanto para dar y recibir, pero lo guardamos para después, para cuando podamos abrir las alas y empezar a caminar.
El gris de los momentos parece despejar el cielo y aparecen sonrisas dibujadas con miedo todavía... Es este tiempo de reencuentros con el "yo" que nos habla y nos sostiene porque afuera están los miedos acechando en cada recodo y en cada abrazo no dado y recibido (a la distancia).
Necesito despejar la incertidumbre del mañana, pero me quedo detenida en el pasado porque el presente no me dice nada, es igual todos los días y no se cansa de pintar el mismo lienzo porque lo repite hasta el cansancio con la luz del alba.
La esperanza puede estar escondida tras los meses venideros, cuando aparezca un sol radiante que se lleve la nieve que habita en los rincones, en las manos cansadas de dar vueltas las páginas, en las noches repetidas...
Ya falta menos; hay que aferrarse a la simpleza de las cosas para vivir mañana.
Feliz Julio de alma a alma (como decíamos antes)