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Licia-Hermana mía (Introducción)

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Trianon-residencia privada de María Antonieta


INTRODUCCIÓN


Francia sufrió el caos durante cinco años, desde que una turba parisina tomó La Bastilla el 14 de julio de 1789. La destrucción de esa lóbrega cárcel, símbolo de la corrupta y despótica monarquía borbona, marcó el inicio de la Revolución francesa. En octubre, un grupo de mujeres hambrientas marchó hacia el palacio de Versalles y forzó al rey Luis XVI, a su esposa María Antonieta y a sus dos hijos a acompañarlas a la ciudad donde obligaron al monarca a promulgar las modestas reformas de una Asamblea Nacional. No fue suficiente para frenar la ola de cambios que estaba a punto de cubrir al país.

Al ver el peligro, Luis Augusto huyó de París con su familia en junio de 1791 pero se los detuvo en la aldea de Varennes, en la frontera noroeste, y se los llevó a la capital como virtuales prisioneros. El 21 de septiembre de 1792 la Convención Nacional votó para abolir la monarquía y declaró la República Francesa. Luis XVI fue juzgado por traición y sentenciado a muerte; fue guillotinado el 21 de enero de 1793. María Antonieta corrió la misma suerte nueve meses después. Este período conocido como el reino del Terror fue presidido por un revolucionario inflexible, Maximiliano Robespierre.

El 27 de julio de 1794 le llegó también su hora. Arrestado junto a otros cómplices, fue condenado a morir al día siguiente en la misma guillotina a la que envió a tantos. En ese día de venganzas, Paul de Barras, un líder de la Convención Nacional, que fue crucial para la remoción de Robespierre, salió de la escena de ejecución para dirigirse al Temple, una prisión en el centro de la población. Debía vigilar la condición de sus dos reclusos reales, los huérfanos de Luis XVI y de María Antonieta: María Teresa y Luis Carlos.
                    (Secretos y Misterios de la Historia-R.D)



La agricultura era la base de la economía francesa en la época en que Rosalie y Antoine Florent se casaron en la iglesia de San Eustaquio construida entre 1532 y 1632 en el barrio de Les Halles.  Al año siguiente nació Alexandre, el primer hijo de la pareja. El niño, con el paso del tiempo, se transformó en un joven tímido y caviloso. Daba sus lecciones recitando como si fueran sermones. Cuando llegó al mundo Celine, él ya tenía catorce años y empezó a comportarse de manera extraña. Su padre, apático y neutral, no reparaba en sus extravagancias. Alexandre hablaba sobre leyendas, demonios, brujos y le atraía mucho todo lo que estuviera relacionado con la monarquía. Solía merodear las callejas cerca de Versalles para ver si podía observar, al menos a distancia, a la reina María Antonieta. Decía que Celine, su hermana, de enormes ojos azules, tenía poderes sobrenaturales y que podía percibir el fin cercano. No precisamente para que la alcanzara sino para demostrarle su existencia.


Lejos, en el otro extremo de la ciudad, la señorita Louise Héland quien solía recoger los residuos de las Tullerías para comer, encontró un día un bebé abandonado en una plaza. Inmediatamente se lo llevó y lo ocultó en la casa de huéspedes de Madame Delfine Blanduriet, situada en la parte baja de la calle de Santa Genoveva, donde ella vivía de prestado.
Dos familias, una historia.
La infancia, la figura materna agigantada como símbolo, las supersticiones arcaicas, el abandono y la Revolución francesa.


LICIA-Hermana mía

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