Muy pronto en mi vida fue demasiado tarde...
como si caminara delante de mis propios pasos aunque no hacía más que huir de ellos y esperaba llegar a un puerto de luces apagadas para repartir las horas.
En la primera fila los recuerdos: relatos que llegaban a mi corazón con diluvios y vientos, ilusiones que duraban poco, huellas de personajes que corrían por mis cuentos... Buscaba.
Intentaba encontrar el perdón en la alegría de un encuentro, una mirada para pedirle ayuda... La única salida para protegerme, la indiferencia y algo más.
Lentamente fui abandonando la luz, quería que otro me revelara alguna verdad y nadie sabía el secreto del fuego que había devorado las palabras.
Me quedaba sola. El sol se levantaba en el horizonte mientras imaginaba que recorría caminos. El destino pasaba a mi lado y trataba de alcanzarme como un huracán o una presencia que se borraba y me decía: adiós.
Restos de mi alma vagaban por mis libros, mis miedos en las heridas de mis manos que sangraban... Buscaba.
Era demasiado grande aquel amor para perderlo pero tenía que ayudarlo a morir para seguir viviendo. Procuré esconderme, todavía existía la piedad.
Cuando desperté me paré delante de una sombra de ojos negros, triste y benévola, que me miraba a través del espejo. Yo misma. Llevaba años contándome cosas.
Separada por unos pasos, la imagen me dijo:
-Un hombre salió a recorrer el mundo para encontrar lo que buscaba, pero sólo al regresar a su casa halló la felicidad.
Luján Fraix-1996
Parte de Los duendes de la casa dulce
Parte de Los duendes de la casa dulce
Premio---Concurso de Cuentos (A.D.E.A)---Buenos Aires.