Aquella ausencia de carruajes, de risas infantiles, de copos de nieve y querubines, del rey y sus borlas doradas, de los escribientes y las gitanas… la dejó inerme, contra una pared de formas inquietantes pero sin voces.
El mutismo lleno de memoria le recordaba la soledad y la quietud era una mortaja de condenado. Nunca creyó que iba a tener que vivir sin ellos.
In Pace.
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