Las dalias… me recuerdan a las viejas casas coloniales con aroma a patios y melodía de columpios, donde crecían las enredaderas y los helechos. Las ventanas de fino hierro labrado dejaban al descubierto, detrás de una cortina tejida, una mirada sombría. Quizá la de una dama solitaria que bordaba la vida con punto cruz entre ronroneos, ficciones y pañuelo de lágrimas. Era la tía que, entre bastidores, demostraba que todo marchaba bien. Mientras la espera abrigaba las horas que se consumían como velas tímidas. Ella parecía eterna como el desamor que llevaba entre sus enaguas de encaje.
EL LIBRO DE LOS RECUERDOS