Cuando iba a la casa de mis abuelos
Eduardo y Juana,
ella me atendía poco y nada
porque tenía que tejer sus pañoletas de invierno.
Yo me iba a charlar
al patio de las frutas
con el abuelo que me contaba anécdotas.
Juntos dibujábamos letras
con un palito en la tierra
y si él se distraía,
yo le comía las uvas de la parra.
Mi abuela siempre estaba en la cocina;
hacía dulces de ciruelas y tomaba mates.
-Voy a "escuchar" la novela-decía mientras prendía el televisor.
Aquella casa era como de cuentos
y tenía duendes
en sus techos bajos
como mirando estrellas...
Luján Fraix
Los duendes de la casa dulce