Hiere el agua un remo y saca luz... Todo el agua, en torno, chispea, como una pedrería, tierra aún, rodeada de finos sauces derramadores de una reciente gracia verdeamarilla.
El aire, sobre el agua y entre los chopos, leve encierro, ¡da un anhelo de nadarlo también, de pasarse del agua a él, de volarlo!
¡Nadar, volar, solo! Cruzan mariposas verdeblancas, que parecen nacidas ahora mismo de las espinas tiernas, de la espuma, del alma. La barca va, suaves, sola, como un sueño, abajo. Arriba, solas, lentas, van las nubes, como un sueño...
Juan R. Jiménez