Tan juguetona era la luna
que un día,
por divertirse,
se burló del viejo y gruñón Rey Sol.
Alegre reía de su broma cuando,
cansado ya el Rey Sol,
le castigó dejándola a oscuras.
-¡Pobre de mí!...-
gemía la pobrecita Luna.
-¡Yo no quiero ofender a mi Rey Sol!...
¡Perdón!...¡Perdón!...
Las lágrimas de la afligida Luna
caían cual lluvia helada
y las estrellas se apiadaron de la pícara arrepentida.
Pidieron al Rey Sol
que la perdonara.
Rey Sol, que es todo bondad,
accedió al pedido de las estrellitas.
Recogió una a una
las lágrimas de la pálida viajera
de la noche,
las vistió de luz y las lanzó al espacio.
Así llegó el trigo al mundo.
Blanco por dentro,
dorado por fuera
y tierno como lágrimas de arrepentimiento.
La luna,
firme en su propósito de ser buena,
después de aparecer redonda y blanca
en el cielo nocturno,
llora un poquito todas las noches,
para que a nosotros
no nos falte nunca el pan.
Van Gogh |