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Miguel de Unamuno

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Un manuscrito inédito del escritor y filósofo Miguel de Unamuno titulado "Mi Confesión" dedicado a la juventud hispana, apareció en el transcurso de una investigación realizada por una profesora de la Casa del Museo de Salamanca, de la que fue rector.

Unamuno escribió el texto antes de septiembre de 1904, próximo a cumplir cuarenta años, coincidiendo con una época de mucho trabajo al compaginar su cargo de rector de la Universidad salmantina, seguir con sus clases y trabajar en varios libros a la vez, mientras tenía cercana aún la dura experiencia del fallecimiento de su hijo Raimundo.

Se trata de un escrito breve que sirve al escritor y filósofo para expresar sus preocupaciones esenciales y en el que resulta posible reconocer el germen de dos de sus obras "Vida de don Quijote y Sancho" y sobre todo "Del sentimiento trágico de la Vida".




El escrito "Mi confesión" está dedicado y dirigido a la juventud hispana, probablemente se deba al viaje que el autor planificaba en sus momentos a la Argentina.

No es la primera vez que se encuentra material inédito del pensador vasco, ya que hace un año aparecieron 41 dibujos a plumilla y a lápiz, así como más de un centenar de fotografías de Miguel de Unamuno guardados en uno de los armarios del depósito ubicado en la Biblioteca General Histórica de la Universidad salmantina.


Frederick Leighton



Mi alma vagaba lejos de mi cuerpo
en las brumas perdidas de la idea,
perdida allá en las notas de la música
que según dicen cantan las esferas;
y yacía mi cuerpo solitario
sin alma y triste errando por la tierra.
Nacidos para arar juntos la vida
no vivían porque él era materia
tan sólo y ella nada más que espíritu
buscando completarse, ¡dulce Eugenia!.
Mas brotaron tus ojos como fuentes
de viva luz encima de mi senda
y prendieron a mi alma y la trajeron
del vago cielo a la dudosa tierra,
metiéronla en mi cuerpo, y desde entonces
¡y sólo desde entonces vivo Eugenia!.
Son tus ojos cual clavos encendidos
que mi cuerpo a mi espíritu sujetan,
que hacen que suene en mi febril la sangre
y que en carne conviertan mis ideas.
¡Si esa luz de mi vida se apagara,
desuncidos espíritu y materia,
perderíame en brumas celestiales
y del profundo en la voraz tiniebla!

Miguel de Unamuno
(de su novela Niebla)




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