MARGARITE DURAS hablaba de todo lo que se calla cuando se escribe, del peso de las palabras y del peso de los silencios... ¡Cuántos escritores transitaron el irrepetible momento del miedo a la creación imparable!
PERO...
¿Quién puede ser responsable de volar en voz alta,
salir de la armadura
y zambullirse en la hoja de papel,
con la sorpresa de vaciarse uno mismo en silencios y palabras,
tomar la fruta inalcanzable,
sentir el perfume más allá del verano,
corregir la siesta con poesía,
descubrir altares que ningún hombre ha venerado,
buscando la eternidad en cada rastro de tinta?
Entonces no será LEOPOLDO LUGONES el que renace cada 13 de junio (día del escritor), será CORTÁZAR, junto a HORACIO, asomándose sobre Pont des Arts para esperar a La Maga, será FEDERICO derramando su pasión andaluza, como un gitano legítimo, será el hidalgo con sus duelos y quebrantos, o seremos tú y yo novelando un grito, ensayando una huella, recreando el diálogo entre la boca y el beso, armando los pedazos sueltos, en un goteo interminable de historias y puntos suspendidos.
ESCRIBIR, ESCRIBIR... en un oscuro bar, sobre un papel arrugado e imprevisto, en una pantalla fría, en los márgenes de un viejo cuaderno o sobre la piel conocida.
Escribir, siempre escribir...
con el motor de la pasión,
POR EL SOLO HECHO DEL ACTO EN SÍ MISMO.
Escribir...
mi refugio es la palabra escrita,
estallando en la desmesura de mis propios gritos y silencios.
P. Bottale