JANE AUSTEN utiliza a la muchacha para explicar sus ideas esenciales.
ELIZABETH BENNET, a pesar de que no se siente capacitada para juzgar a toda una sociedad, resulta un excelente juez de la conducta humana. Su bondad deriva de la capacidad para prever las consecuencias de sus actos; dista mucho de poseer una conducta irreflexiva, sabe examinar sus sentimientos y no vacila en subordinarlos a un bien que la trasciende y del cual depende la armonía del orden social.
No es fría, ama con intensidad; por tanto, su mayor virtud estriba en que no se limita a aceptar las convenciones por falta de sentimientos. Nunca se ilusiona con la posibilidad de que pueda existir otra sociedad mejor en donde las cosas se puedan disponer de otra manera.
A la hora del dolor, no se rasga las vestiduras; la infelicidad no la impulsa a pensar como una romántica y cuando llega la dicha, la acepta como algo natural, merecido. Este difícil equilibrio de su conducta se debe, esencialmente, a que Jane Austen sopesa la verdad con el mayor cuidado en cada línea de la novela, además el tono de claridad y audacia con que expone su pensamiento no la aparta de la intimidad, de la leve confidencia.
CHARLOTTE BRONTË despreció a Jane Austen porque solía representar a todos los hombres y mujeres como si fueran damas y caballeros; otros la acusaron de no haber salido nunca de la sala de estar.
Esas críticas serían válidas si ORGULLO Y PREJUICIO no revelara un nuevo modo de juzgar y una lección moral de indudable trascendencia.
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