Ana Bolena y Enrique VIII |
Los Tudor actuaban como monarcas absolutistas, pues intervinieron en las elecciones para que las cámaras estuvieran formadas por sus favoritos.
El absolutismo monárquico se vio fortalecido por la gran disminución de la nobleza a causa de “La Guerra de las Dos Rosas” y por el temor y el odio a Francia después de “La Guerra de los Cien Años” que despertó el sentimiento nacional.
Inglaterra sufrió una profunda transformación económica y social pues surgió la industria y se aplicó el proteccionismo.
Enrique Vlll cuando sucedió a su padre no había cumplido todavía los dieciocho años; estaba casado con su cuñada Catalina de Aragón y quería, según la teoría de Isabel, abandonarla por otra mujer.
La muchacha como “Celestina” de esos tiempos intentaba averiguar las crueles ironías, las iras reales y los encuentros ficticios pero, en definitiva, debía quedarse tranquila porque el rey era su superior y a él le debía obediencia extrema. Dejó esa idea para otro día y se marchó a la aldea.
Isa se fue por el camino del cementerio junto a la iglesia. Había dos sepultureros, de rostros níveos y glaciales, que se despertaron cuando ella les gritó con todas sus fuerzas. Estaban descansando entre dos tumbas.
Una sombra encapuchada la seguía en su recorrido por el camposanto; ella no se animaba a mirar hacia atrás. El hombre no hablaba. Si Isabel se detenía, él también lo hacía; llevaba un hacha en la mano. Cuando regresó, les contó a los trabajadores lo sucedido… Cada uno tomó un bastón y recorrieron el lugar, entre mausoleos prehistóricos y lápidas de piedra, pero no encontraron a nadie. El espectro había desaparecido o quizá vivía en la imaginación de Isabel; la parca siempre la buscaba porque quería hablarle como a los moribundos que, en el minuto final, parecen estar en comunión con alguien que los llama en silencio. ¡La enigmática muerte!, tan oscura para Isabel pero tan presente.
Los escépticos piensan que las apariciones existen sólo en la mente de quienes las ven. Para ella esa ánima era la manifestación del alma de todos los humanos muertos; tal vez una amenaza, un verdugo que la buscaba para darle fin.
Isabel Law recordó que su madre Tate le relataba siempre que Santo Tomás Becket fue asesinado durante una misa en la Catedral de Canterbury en 1170. Decían que volvía a visitar la Torre de Londres de la que era gobernador. Dos niños, el joven príncipe Eduardo V y su hermano el Duque de Jork, asesinados por su tío Ricardo lll en 1483, se paseaban por los corredores vestidos con túnicas.
El torreón de la fortaleza, la torre blanca, no había sido "encantada" por nadie. Según la tradición, cuando se construyó en el siglo X, se practicó el sacrificio de un animal para alejar los espíritus maléficos.
Ese ambiente tórrido a Isabel la turbaba tanto que parecía extraviada, herida y destrozada, como un mísero esqueleto sin identidad, muerta después de una guerra o amante de su rey.
Se atrevió a mirar su propia sombra en la atmósfera entumecida por las batallas personales. Su gracia era el consuelo y la balanza; no había rivales, sólo debía procurar comida para los banquetes, limpiar el oratorio, proteger embarazos ajenos y sin futuro, obedecer al varón todopoderoso.
¡Isabel Law quería tener un bebé en sus brazos!.
De-----------La nodriza esclava (novela histórico-fantástica)