La Pascua aquella... La que perturbaba y disfrazaba los momentos, la que acallaba los retos y depositaba en los sueños la única alegría. La original.
Recuerdo verla llegar algodonada en su traje de liebre blanca, enredada en su morral pesado. En el silencio de la noche, no era incierto su paso errante y podía modelar a la distancia, cada uno de los deseos infantiles. Era sabia y valiente. Necesitaba huir en el artificioso paisaje con la convicción de regresar fielmente a cumplir su misión y dejar en suspenso el milagroso enigma de la felicidad. Nadie pedía explicaciones porque la alegría justificaba el misterio, el sumo grado de espejismo, su linaje y su memorable paso por las escalinatas, cuartos y zaguanes.
Su fecundidad quedaba a la vista en un nido que podía ser venturoso o humilde pero enfundado con el goce de una obra perfecta.
La Pascua aquella... no regresará...
Hoy nos queda un sentimiento casto de unión y de ofrenda. El título honorífico y una palabra que, entre comediantes, nos deja un estigma: la estampa de un pasado idealista.
Luján 2010
Felicidades para todos!!!
Luján 2013