Rosaura Waner fue una persona que no supo entender la vida. Se entregó a los demás en un ir y venir de situaciones divididas. Amó a su madre Magdalena, quien cercenó, desde niña, sus deseos más queridos; la obligó a ser una mujer y a llevar sobre sí las cargas de un adulto.
Ella llegó a este mundo para servir...
¿A quiénes?
La niña rubia de ojos transparentes quería saber cómo los espíritus inmortales huían de los cuerpos y podían ascender a grandes alturas solamente para observar los pasos de los seres amados.
-¡Rosaura ven acá!-le gritaba Magdalena.
-Trátala con más dulzura, no ves que es pequeña-le contestaba Juan con hilo de voz.
Los abuelos, que eran personas adineradas, la veían como una especie de niña sudafricana y huérfana, mal alimentada y sin ropa. Pero no era así. Magdalena se desvivía por cocinar lo mejor o lo que más le gustaba a ella, tejía mucho y Rosaura tenía también vestidos costosos y de buen gusto que le regalaba su madrina Isabel.
¿Rosaura era feliz?
Sí... a pesar de los egoísmos de su madre y de todas las obligaciones que tenía que cumplir.
Frente al farolito de puerto, Magdalena pasaba las noches con sus labores junto a Rosaura que hacía los deberes sobre una mesa antigua de nogal. Los perros ladraban y ellas se sobresaltaban... Tenían miedo.
A los doce años ya lavaba pisos, preparaba comida para los peones, criaba gatos, perros y gallinas y obedecía ciegamente a su madre.
-Las noches se arman de sueños, sabes-le decía a Milo que la miraba arrobado con un sopor de felino aniñado.-En el cielo está Santiago que llora porque quiere regresar; en ese momento tiembla la tierra y se desprenden los cristales para formar nuevas estrellas donde irán a vivir otros bebés.
Ella recordaba siempre a su hermanito que había fallecido a los seis meses. "Muerte en la cuna" se llamaba lo que le había pasado...
En ese mundo incierto veía culminar sus días enredada en la vertiginosa telaraña tejida por Magdalena; sin embargo, ella la amaba muchísimo. Imaginaba la inasible ternura de una madre quebradiza que gobernaba con la victoria de un rey que no comprendía las necesidades de una familia.
Era tierra de gringos, de campeadores con aperos y cuchillos; el lugar que le habían donado los antepasados. La simiente de las nuevas eras donde los gauchos habían dejado sus glorias y sus vestiduras para disfrazarse de caballeros. La identidad de los campos arraigada a la lucha por conservar el suelo, la unión de los chacareros, la solidaridad entre las colonias que se consideraban vecinas.
QUERIDA ROSAURA ¿Cuánto dura el amor?
La eternidad.