Soy yo en distintas épocas:
cuando cumplí 20 años,
frente a mis diplomas en el año 2000,
hablando en un acto en 1994
y en mi patio en 1996.
Hoy martes voy a compartir el té con ustedes
y voy a contarles aunque muchos ya saben...
que SOY HIJA ÚNICA.
Algunas personas creen que el hijo único es un ser egoísta,
caprichoso, egocéntrico, incapaz de compartir...
De niña, fui caprichosa y rebelde lo reconozco...
me enfrentaba a mi madre y ambas dábamos batalla.
Yo no la necesitaba,
no quería que me acompañara al colegio,
no aceptaba sus órdenes...
No quería ser perfecta.
Los padres, a veces, depositan en ese hijo
todos sus deseos,
aquello que quisieron ser y no pudieron,
la necesidad de sentirse orgullosos.
Yo fui muy feliz de pequeña,
a pesar del vacío que me dejaba la soledad,
cuando mis amigas desaparecían,
de mi cuarto en el que me refugiaba para escribir, leer,
e inventar historias para sentirme acompañada.
Ese mismo hueco, tan abismal como luminoso,
me fue llenando de amor por los demás,
por los animales.
Me convertí en alguien extremadamente sentimental,
llorona y bohemia.
Muy perfeccionista, exigente conmigo misma.
La soledad de adentro,
que pocos conocen,
me llevó a ser lo que soy:
un ser que no reclama nada de nadie,
que todo lo hace sola,
que parece omnipotente...
Sin embargo...
Soy sólo una mujer que espera...
Yo sé del sol,
yo sé de la melodía de los ángeles
y del reto ardiente
del último viento.
Yo sé de los sueños,
de mirar el alba
con los ojos desnudos
cuando las sombras se posan...
en el extraño
latir de los recuerdos.
Luján 2013