De niña,
tenía una gran imaginación que rondaba lo sobrenatural:
hombres de barba oscura,
y boina colorada,
fogatas,
bombos y cornetas
para llamar a las almas bajo el sol alto
o la sombra de los montes.
Por "el camino de los milagros" decía yo que llegaría la liebre
para las PASCUAS;
mamá quería que supiera la verdad pero me negaba
porque realmente entendía
y prefería soñar.
Decía que el animal sagrado vivía en una torre románica,
rodeado de pinturas medievales
y cocineras con hocicos y bigotes
que preparaban manjares típicos con miel
y sustancias puras traídas de Jerusalem.
Acomodaba la canasta en forma de nido
para recibir a la mascota más famosa del mundo.
Mamá me volvía a repetir la historia
sobre el origen de la creencia
pero yo,
con movimiento de cabeza,
le indicaba que se callara de una vez.
La noche de la Pascua,
me iba a acostar a la cama grande con mamá y papá.
Dejaba la ventana abierta
y el receptáculo tibio junto a las rejas.
...
Todos nos dormimos...
Más tarde, me desperté sobresaltada por un ruido,
me senté en la cama y estiré el cuello
para observar mejor.
Mamá me obligó a abrigarme e intentó convencerme
de que no pasaba nada.
-¡No... es ella porque vi las orejas color rosa!
-No te mortifiques, ven a descansar...
Yo la veía como un gran conejo de pelo claro
que llevaba una bolsa pesada marrón.
Mi papá no sabía qué decir y me empujaba
a arroparme bajo las sábanas
porque le daba lástima.
-¡No...!grité y di un salto.
Me asomé a la ventana y vi que
"El camino de los milagros"
estaba bordeado de estrellas luminosas
y la cestita repleta de huevos,
entre ellos una liebre de chocolate blanco
con ojos de rubí...
Luján Fraix-1988
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