Parece artificial pero no lo es.
El color rosa intenso del LAGO HILLER, en AUTRALIA,
fue documentado por primera vez por el explorador
MATTHEW FLINDERS, en 1802
y nunca cambió desde entonces.
Si bien los motivos de esta peculiaridad aún son un misterio,
los científicos que la estudiaron creen
que podría ser generada por unos extraños microorganismos
que viven en la costra de sal
que se forma en la orilla.
El agua del lago es absolutamente inofensiva para el hombre,
por lo que se puede nadar y disfrutar del fenómeno
de la naturaleza que nos sorprende día a día
con su mágica belleza.